SANDRA VAL
PROYECTAR MUNDOS. Sandra Val
Partiendo de un interrogatorio sobre la percepción de la realidad y su representación, Proyectar Mundos propone un ambiente constituido por fragmentos de diversas realidades y experiencias, las cuales, darán lugar a un nuevo paisaje con diferentes, espacios, tiempos y sensibilidades. Para ello, Sandra Val se vale de un amplio universo simbólico procedente de arquitecturas relacionadas con lo espiritual, del templo como fundamento reflexivo acerca de la forma en la que el individuo se relaciona con su entorno. Son elementos que se han repetido y reinterpretado una y otra vez, no solo a lo largo de nuestra historia, sino también en otras civilizaciones más lejanas y antiguas, que sin haber tenido contacto entre ellas, llegaron a unos mismos arquetipos arquitectónicos vinculadas a lo divino y el poder.
A través de diversas fuentes, Val crea arquitecturas multidimensionales, cosmogonías donde los fragmentos del entorno interactúan y se yuxtaponen continuamente. Un proceso que se inicia con la recolección de aquellas piezas que han sido abandonadas y despojadas de su historia, para después generar con ellas universos ficticios dominados por el accidente y el azar. De la proyección de estos “contramundos” nace el nuevo paisaje, un lugar que al mismo tiempo nos traslada a una imagen inocente y a una utopía fracasada; que se refiere tanto a los inicios arcaicos de la arquitectura como a su fin debido a la violencia de un mundo que ya hemos agotado. Un estado del que tan solo podemos escapar, según el psicólogo alemán Harald Welzer (2014), de dos maneras : by disaster o by design, es decir, o esperando a que nuestro mundo colapse y reconstruirlo a partir de las ruinas o transformando lo existente en algo nuevo por anticipado.
Se trata de un escenario en el que se despliega la acción vital del propio individuo y que al igual que todo paisaje, se encuentra vivo. Por ello no está en silencio, sino que emite su propia voz. Un sonido que nos habla de sus orígenes y de los materiales que lo han conformado, y que al igual que en sus piezas de cerámica, se compondrá de residuos de la experiencia creadora el grito de la cerámica, el rugido del horno, la vibración del barro o la apropia voz humana en contacto con la porcelana mezclándose éstos en una sinfonía coral que completará mentalmente esta imagen utópica. Un paisaje que a su vez también merece ser conservado; por ello, la pintura de sombras que muestra aquí nos lleva también a los orígenes míticos de la representación, a un mito recogido en la Historia Natural de Plinio el Viejo, que relata el origen de la pintura y la escultura y que nos lleva a la Grecia del siglo VII a. C.; donde una joven dibuja con carboncillo la sombra de su amado proyectada por la luz de una vela con el fin de conservar su imagen en el tiempo. De este mismo modo, las pinturas de Val son imágenes que se enredan con el enigma de la ausencia, enigma al que le deben su sentido mas profundo. No son sombras en el sentido de una superficie negra, sino la duplicación de un cuerpo en su forma, la pretensión de contener un atisbo de este mundo surgido de la imaginación.
Hemos de contar pues con dos mundos diferentes, no superpuestos: el de la representación y el de la realidad. Pero entre ambos no existe esa obligada relación simétrica e isomórfica que nos permita leer las obras a través de una sencilla hermenéutica, sino que será necesario situar los signos en el ámbito metafórico de un tiempo y un espacio inventado y jugar a leerlos dentro de sus coordenadas singulares. Un paisaje creado con las ruinas de un mundo ya agotado, rediseñadas con un lenguaje suave y armónico que defenderá la estética como un poder radical.
Óscar Manrique